X CONGRESO INTERNACIONAL DE ANTROPOLOGÍA FILOSÓFICA
Teruel, 14-17 de Septiembre de 2010
MENTE Y CUERPO.
PARA UNA ONTOLOGÍA DEL SER HUMANO
COMUNICACIONES
Sección comunicaciones 6B
“Antropología del cuerpo y las emociones”
Coord. Oliva López Sánchez (Universidad Nacional Autónoma de México)
9,30 h. – 11,30 h.
Sala de Juntas Vicerrectorado
Francisco J. Martínez (UNED)
1.-Se ha podido considerar que Espinosa fue una anomalía en su
tiempo. Y también en este campo de las pasiones y el cuerpo Espinosa desplegó
unas posiciones particulares como expresión de su pensamiento inmanentista
radical que se traduce en una antropología basada en el cuerpo y con una idea
de razón que no se opone de forma radical a las pasiones sino que cuenta con
ellas. Espinosa frente al pensamiento judeocristiano dominante en su época
potenció el cuerpo[1] en
detrimento del alma y desplegó una noción de razón pasional que contra los
estoicos y Descartes no pensaba que se pudiera conseguir un control completo de
las pasiones por parte de la razón. La posición de Espinosa no es
intelectualista, no `piensa que el simple conocimiento nos baste para
liberarnos de las pasiones. La antropología espinosiana no es un
espiritualismo, dado la centralidad del cuerpo y tampoco es un racionalismo ya
que la esencia del hombre no es la razón sino el deseo (cupiditas). Por ello
Espinosa se sitúa más en la estela de Hobbes con su materialismo corporalista
que en la continuación de dualismo cartesiano. Espinosa elabora lo que R. Bodei
ha denominado una ‘geometría de las pasiones’[2]
en el sentido de que aplica el método geométrico al estudio de las mismas y además estudia su disposición
y combinación para conseguir que de forma paulatina pasemos de una posición
pasiva y dependiente a una posición activa y autónoma.
2.- Se ha podido decir
que en el siglo XVII se produjo un cierto giro hacia el cuerpo[3]
en diversos ámbitos: la mecánica comienza a desarrollarse como la ciencia de la
extensión, como estudio del movimiento de los cuerpos celestres y terrestres;
la medicina desarrolla los estudios anatómicos; el arte se gira hacia un
realismo que exige el estudio de los cuerpos, sus actitudes y movimientos de
una forma inéditas hasta entonces, por su parte, la fisiognomía estudia la
exteriorización de las pasiones del alma a través del cuerpo y especialmente
del rostro; por otro lado el tipo de poder disciplinar que comienza a imponerse
en esa época incluye una anatomo-politica de los cuerpos que pretende
desarrollar al máximo sus potencialidades y que se despliega, primero en la
disciplina militar y luego en la industria incipiente de la época.
En esta época
empieza a considerarse que la fuente de la actividad no es tanto el alma como
el cuerpo. La realidad se articula como un campo de fuerzas en el que los
diversos cuerpos se articulan entre sí. El cuerpo deja de ser considerado como ‘carne’
en el sentido cristiano de uno de los enemigos del alma en tanto que ocasión
continua de pecado y se muestra como un campo de oportunidades para la acción.
El cuerpo deja de ser algo que mortificar y lacerar y se transforma en algo que hay que cuidar y desarrollar sus
potencialidades. La defensa de la autonomía del cuerpo es evidente en esta
larga y jugosa cita de Espinosa donde es explícito el rechazo del dualismo ya
sea cartesiano o aristotélico:
“Nadie, en efecto, ha determinado por ahora qué puede el cuerpo, esto es,
a nadie hasta ahora le ha enseñado la experiencia qué puede hacer el cuerpo por
las solas leyes de la naturaleza, considerada como puramente corpórea, y qué no
puede a menos que sea determinado por el alma. Pues nadie hasta ahora ha
conocido la fábrica del cuerpo con tal precisión que haya podido explicar todas
sus funciones...; lo cual muestra también que el mismo cuerpo, por las solas
leyes de su naturaleza, puede muchas cosas que su alma admira. Además, nadie
sabe de qué forma o con qué medios mueve el alma al cuerpo, ni cuantos grados
de movimiento puede imprimirle y con qué rapidez puede moverlo. De donde se
sigue que, cuando los hombres dicen que esta o aquella acción del cuerpo
procede del alma que tiene dominio sobre el cuerpo, no saben lo que dicen y no
hacen sino confesar con especiosas palabras que ignoran la verdadera causa de
aquella acción que no les sorprende nada”. (E, II, 2, esc.)
El surgimiento
de la ciencia moderna, especialmente de la mecánica, otorgó una relevancia
nueva a la extensión, además de proporcionar un modelo de método exacto que
pronto se entendió como una mathesis universalis capaz de aplicarse en todos
los ámbitos de la realidad. Espinosa mismo fue uno de los primeros en explotar
las potencialidades del método geométrico en filosofía[4]
y en su Prefacio a la parte III de la Ética titulada “Del origen y naturaleza de los afectos” dice que
va a abordar “la cuestión de los vicios y sinrazones humanas al modo de la geometría”[5]
y concluye así : “Así pues, trataré de la naturaleza y fuerza de los afectos, y
de la potencia del alma sobre ellos, con el mismo método con que en las partes
anteriores he tratado de Dios y del alma, y consideraré los actos y apetitos
humanos como si fuese cuestión de líneas, superficies y cuerpos” (E,III,
Prefacio). En su biblioteca, que era más la biblioteca de un investigador que
la de un erudito y mucho más que la de un filósofo al uso, Espinosa atesoraba
numerosos libros científicos dedicados a la Geometría, el Algebra, la Astronomía
y la Mecánica, tanto en su aspecto teórico como práctico, tecnológico[6].
El inventario de su biblioteca
recoge las siguientes obras científicas: la Astronomia
Danica en dos partes de Chretien Séverin Longomontan publicado en Amsterdam
en 1640; los seis libros de Aritmética de
Diofanto, publicado en París en 1621, y editada por C. G. Bachet, señor de
Mezariac; la Opera Mathematica de
Vieta, publicada en 1646 en Leyden; el Horolugium
Oscillatorium de Ch. Huygens publicado en París en 1627, Espinosa
intercambió correspondencia con este gran sabio nacido en La Haya y uno de los
primeros que contribuyeron a desarrollar la mecánica; De geometría de Descartes, publicada en Leyden en 1649; Exercitationes mathematica de Frans von Schooten publicada en cinco
libros en 1657; de Schooten también
tenía Espinosa los Principia Matheseos
Universalis, publicado en 1651; el Motum
Terrae de Felipe van Lansberghe publicado en Middelbourg en 1630, matemático
nacido en Gante y firme defensor de la hipótesis de Copérnico; de este autor
también se encontraba en la biblioteca de Espinosa su obra Cyclometria nova, editada en Middelbourg en 1628 y su Progymnasmata astronomie restituta,
Middelbourg, 1629; De Solido de Nicolás Stenon, editado en
Florencia en 1669, anatomista y matemático danés; Algebra de G. Kinckhuysen matemático holandés muy apreciado por
Newton; de este autor también tenía Espinosa su Gront del Meetkunst publicado en Harlem en 1660 y su Geometria of Meetkonst, Harlem, 1663; Refractiones Caelestes de Christophe
Scheiner, Ingolstadt, 1617 dedicado a la órbita solar; Aritmetica philosophica de Wouter Verstap, Amsterdam, 1663;Dioristice sive aequatiomum determinationes
de Erasmi Bartholini, de 1674;las Eclogae
Chronicae de Kepler, Franfurt, 1615;
Institutionum Astronomicarum en 3 libros de Adrián Metius publicados
en Franequer en 1606, de Boyle De elasticitae et gravítate, Londres,
1663 y la Paradoxa Hydrostatica, publicada
en Oxford el año 1669, en su correspondencia con Oldenburg se encuentran varias
alusiones a las obras de Boyle .
Por su parte,
los estudios anatómicos reciben un fuerte impulso la relajarse las
prohibiciones religiosas de la disección de cadáveres. También este aspecto es
muy importante en Espinosa que en su biblioteca tenía al vario tratados anatómicos
según consta en el inventario de la misma: el Syntagma Anatomicum de Juan Vesling, publicado en Padua en 1647,
ciudad donde murió en 1649 el anatomista descubridor de varios vasos linfáticos
y venosos; la Anatomica de Juan
Rielan, médico y botánico francés, publicada en París en 1626; y el Spicilegium anatomicum de Teodoro
Kerckring, publicado en Ámsterdam en 1670, médico holandés que cultivó también
las ciencias ocultas; la Anatomica de
Th. Bartholini, Leyden, 1651; los aforismos de Hipócrates publicados en 1555 en
Leyden; También tiene una obra de
Tulp, Observationum medicarum,
Amsterdam, 1672, el anatomista hecho inmortal, aparte de por sus propios méritos
por el cuadro de Rembrandt que representa una de sus clases de anatomía, (La lección de anatomía del profesor Tulp,
en el Mauritshuis de La Haya). De Velthuysen, médico y filósofo corresponsal de
Espinosa, el Tractatus Medico- Physici;
de Nicolás Estenon, las Observationes
anatomicae, Leyden ,1662.
El arte de la época,
especialmente en Rubens y Rembrandt, concede gran importancia a la representación
realista de los cuerpos sometidos a su peso y con movimientos y poses creíbles.
El cuerpo, para estos pintores, no es un simple símbolo de algo que lo trasciende
sino una realidad digna de ser representada por ella misma. No es el receptáculo
de la belleza ideal ni la expresión de las proporciones perfectas sino la
representación de la vida humana como experiencia, gozo y sufrimiento. Los músculos,
las venas, las tonalidades de la piel son cuidadosamente figuradas en la
pintura de la época, uno de cuyos objetivos principales era la expresión de las
pasiones humanas en todo su patetismo con el objeto de emocionar y conmocionar
al espectador. Los estudios fisiognómicos de pintores y médicos plantean la
exteriorización corpórea de las pasiones espirituales, permitiendo que el interior
del alma se transforme en el exterior del cuerpo y pueda de esta manera ser
conocido. A la exteriorización de las emociones se opone el recato y control de
las mismas, así como su disimulo, como muestran las obras de autores tan
dispares como Gracián y Richelieu, atentos ambos a detectar y adivinar los
pensamientos de los otros mientras ocultaban cuidadosamente los suyos[7].
En esta época
también comienza a surgir un nuevo tipo de poder que en lugar de basarse sobre
la muerte comienza a administrar la vida. Este biopoder tiene dos vertientes:
una anatomo-politica del cuerpo humano que sirve de base a las disciplinas en
tanto que administradoras de los cuerpos para obtener de ellos un mayor rendimiento
mediante el aumento de sus aptitudes y el desarrollo de sus capacidades y una biopolitica
de la población centrada en el cuerpo como especie[8].
El poder disciplinar empieza a desplegarse en las instituciones que van
surgiendo en esta época: el ejército, la escuela, el hospital, el manicomio y
la fábrica, su objetivo es desplegar y desarrollar las potencialidades de los
cuerpos convirtiéndolos en cuerpos útiles y dóciles, base vital del naciente
capitalismo. Según Foucault, la Edad Clásica descubre el cuerpo como objeto y
objetivo del poder, poder político y poder económico. Este poder disciplinar,
que comienza en esta época, tiene como objeto paradójico potenciar la utilidad
(económica) del cuerpo a la vez que conseguir su docilidad (política). Este
giro hacia la utilidad es paralelo a la sustitución de las pasiones por los
intereses como móviles esenciales de los seres humanos.[9]
Si el republicanismo renacentista
retomó de Roma su ideal de ciudadano libre sometido a la ley de la república,
el barroco naciente recoge del legado romano su capacidad organizativa y la
disciplina militar desplegada por sus legiones. Las disciplinas son un conjunto
de procedimientos reglados para “controlar y corregir las operaciones del
cuerpo”[10].
El tipo de poder que instauran las disciplinas opera de forma ininterrumpida
sobre el cuerpo de cada individuo procurando desarrollar sus fuerzas mediante
el ejercicio reglado. El cuerpo que el poder disciplinar trata de controlar no
es tanto el cuerpo en tanto que mecánico, sino más bien el cuerpo en tanto que
portador de fuerzas capaz de operaciones reguladas en el tiempo. Las
disciplinas son instrumentos de capitalización del tiempo, para que no se
malgaste ni desperdicie.
Las disciplinas
han construido a partir de los cuerpos que controlan un tipo específico de
individualidad que es celular, repartida por el espacio para ocuparlo como se
ve en la disciplina militar; orgánica, ya que codifica y organiza las
actividades corpóreas; genética, ya que se despliega en el tiempo según
escalones medidos y progresivos, como se ve en la enseñanza; combinatoria,
porque compone las fuerzas, como
se ve en la producción fabril.[11] La
disciplina fabrica individuos que toma a la vez como objeto e instrumentos de
su ejercicio y los somete a un poder difuso que actúa mediante la vigilancia jerarquizada
y asimétrica que tendrá en el panóptico su modelo; la sanción normalizadora que
“compara, diferencia, jerarquiza, homogeniza y excluye”; y el examen que
combina las técnicas anteriores de vigilancia jerarquizada y sanción
normalizadora[12].
3.- Este giro
hacia el cuerpo ha implicado el desarrollo de una teorización creciente sobre
el papel no meramente negativo de las pasiones. El abandono del espiritualismo
conlleva al abandono (parcial) del racionalismo: la centralidad concedida al
cuerpo conlleva un cambio en la actitud ante las pasiones. Vives, Telesio y el
propio Descartes preparan la visión espinosiana sobre las pasiones, aunque como
siempre el judío holandés superó a sus predecesores en dirección a una concepción
del hombre como realidad natural en el seno de un inmanentismo radical.[13]
En su bello libro M. Calvo[14], en la estela
de Foucault, ha enlizado las pasiones desde el punto de vista de la necesidad
de su control por parte del capitalismo incipiente y hace referencias muy útiles
a las reflexiones de Vives y Telesio que nosotros vamos a retomar refiriéndolas
a las posiciones espinosistas. Vives es uno de los primeros autores que en su última obra , Tratado del alma, rompiendo con su
aristotelismo y platonismo iniciales que le mantenían en una noción dualista
del hombre y además consideran que éste, por sus propias fuerzas y sin auxilio
divino, es incapaz de conseguir y conservar la paz interior , reconoce a las
pasiones no tanto como enfermedades de alma sino como impulsos naturales,
camino que seguirá el naturalismo inmanentista de Espinosa con gran firmeza.
Vives defiende que el conocimiento de las leyes que rigen el alma y especialmente
las pasiones, es decir una especie de mecánica del alma[15],
es de gran utilidad para ayudar al sabio a “contener las pasiones con el freno
de la razón y la obligue a ceder ante el recto juicio”(libro III). En esto
coincide con Erasmo que en su Enquiridión
defiende que la tranquilidad del
alma se vincula al autoconocimiento, al dominio de las pasiones y afectos por
la razón y al perfeccionamiento de la razón. Para Vives lo importante no es
tanto saber qué es el alma sino cómo funciona, y el funcionamiento del alma se
muestra como una mecánica de fuerzas que contrapone unas pasiones a otras,
consideradas todas como ímpetus naturales que estimulan e impulsan las acciones
humanos. Hay pasiones que brotan fácilmente de otras y algunas pueden
cohibir y refrenar a las demás. Lo
malo no son las pasiones o afectos en sí sino su desmesura, ya que las mismas
nos inclinan al bien o al mal, siendo aquí ,para Vives , el bien y le mal “no
lo que realmente sea, sino lo que cada cual cree que es para él”. En esta relatividad
del bien y el mal respecto al que juzga, Vives coincide con Espinosa para quien
bueno o malo es lo que apetecemos o de lo que huimos. Vives distingue también las pasiones ligeras
que pueden ser controladas por el alma de aquellas tan potentes que reducen el alma
a la impotencia que hace caer el alma bajo potestad ajena. Espinosa distingue
entre la actividad y la pasividad del alma y relaciona la libertad con la
actividad o capacidad de ser
causas adecuadas de nuestras propias acciones y la esclavitud o impotencia con
la sumisión a causas externas más poderosas que nosotros. Las diferencias
fundamentales de Espinosa con Vives residen en que Espinosa no relaciona el
dominio de las pasiones con la sumisión del juicio respecto del cuerpo, por
otra parte, Espinosa no piensa que el autoconocimiento sea suficiente por sí
solo para conseguir el autodominio y que mientras que Vives deduce la paz civil
de unos individuos que previamente han controlado sus pasiones, a partir de la
correspondencia entre el hombre como microcosmos y el conjunto del universo
Espinosa pone el acento en las instituciones adecuadas que no sólo aseguren la
paz y la seguridad sociales sino que sirvan de apoyo al individuo para
conseguir la liberación interior a partir de la libertad externa.
Telesio, por su parte,
en el libro IX de su obra De rerum natura
justa propia principia,[16] aplica los
principios de la naturaleza al campo de la acción humana, adoptando un punto de
vista realista que pretende analizar las cosas tal como son, cosa en que coincide
con Espinosa. Telesio analiza la naturaleza de las afecciones y su medida
relativa con el objeto de poder controlar la desmesura de las mismas. Telesio
descubre como base de la mecánica de fuerzas que constituye el alma humana un principio
de autoconservación, que guarda cierto paralelismo con el conatus espinosista. Este
principio de autoconservación hace que el individuo tenga que ocuparse de su
propio cuerpo ya que es la condición de dicha autoconservación y además que
tenga que relacionarse con los demás hombres para organizar una convivencia que
permita el desarrollo pleno de cada individuo .El sabio tiene que conocer la
naturaleza y la fuerza de las cosas para medirlas respecto a sus propias
fuerzas de manera que para Telesio, “La sabiduría es aquella facultad
inteligente que permite percibir a fondo la naturaleza y las facultades de
todas las cosas… y de esta forma, determinar qué cosas son buenas y se adaptan
al uso presente, así como la fuerza de las mismas, y de qué cosas su fuerza
debe aumentarse o disminuirse para que sean buenas y de qué modo ello puede
realizarse “.[17]
De la represión y control de las
pasiones se va pasando poco a poco a la idea de contrarrestar unas pasiones con
otras, potenciando las que se consideran convenientes y conteniendo las que se
consideran peligrosas. F. Bacon, en su obra The
Advancement of learning, coincide con Espinosa al destacar que, frente a
los filósofos, los historiadores y literatos han analizado las pasiones humanas
de manera muy profunda describiendo con gran realismo: “ cómo se moderan y se
incitan las afecciones, como se pacifican y refrenan…cómo funcionan, como varían,
cómo se reúnen y fortalecen, como se ligan entre sí y cómo se combaten entre sí”
y han mostrado “cómo enfrentar una afección a otra y cómo dominar una con otra”.[18]
Bacon continúa así la mecánica de las pasiones iniciada por Vives y Telesio a
la que también contribuyó el corporalismo de Hobbes y que concluye en los análisis
espinosianos.
En conclusión,
podemos decir que Espinosa despliega una antropología materialista centrada en
el cuerpo entendido como núcleo de actividad y en una razón que se despliega en
estrecha relación con los afectos, contribuyendo a que mediante la generación de ideas adecuadas los
afectos pasivos o pasiones se vayan transformando de forma paulatina en afectos
activos permitiéndonos pasar de la
ignorancia a la sabiduría y de la esclavitud a la libertad en dirección a la
beatitud considerada como la alegría derivada de una relación consciente, pacífica
y amorosa (amor dei intellectualis)
con el conjunto de la naturaleza.
[1] Esta preponderancia del cuerpo la han
destacado entre muchos otros, F. Mignini, “Afectos de la potencia” en Fernández
y Cámara , (eds.) El gobierno de los afectos
en Baruj Spinoza, Trotta, Madrid, 2007, pp. 176-177 y S. Rábade, “Función
del cuerpo en la dinámica afectivo-pasional”, ibídem, pp.205-213.
[2] Cf. R. Bodei, Una geometría de las pasiones, Muchnik, Barcelona, 1995.
[3] Cf. S. Díaz, “Spinoza y el cuerpo”, A Parte Rei nº 65, sept. 2009,
disponible en internet.
[4] Cf. Mi trabajo, Materialismo, idea de totalidad y método geométrico en Espinosa,
UNED, Madrid, 1987.
[5] Este enfoque ha permitido a M. Chaui
decir que Espinosa construye una ciencia de los afectos más que una teoría de
las pasiones, aludiendo al enfoque científico de Espinosa y además que los
afectos no son solo las pasiones.(Cf. M. Chaui, “¿Imperium o moderatio? En E.
Fernández y Mª L. de la Cámara,op. cit. p. 31).
[6] He analizado la física espinosiana en el
contexto de un estudio sobre las ideas de nuestro autor sobre el cuerpo que lo
contrapone al cuerpo barroco al considerarlo la base de nuestra actividad y el
medio por el que obtenemos la alegría y la beatitud dando lugar a una ética anti ascética, antropocéntrica
y atea. (Cf. F. J. Martínez, Autoconsciencia
y libertad. Ontología y política en Espinosa, Anthropos, Barcelona, 2007,
pp. 79-101.
[7] Sobre este tema se puede consultar el
bello libro de F. R. de la Flor, Pasiones
frías. Secreto y disimulación en el Barroco hispano, Marcial Pons, Madrid,
2005, donde se resalta el carácter de representación teatral que muestra el
mundo para la sensibilidad barroca y la necesidad del disimulo y el secreto para
poder sobrevivir en ese ambiente cambiante e inestable configurado como un
mundo de apariencias sin ninguna realidad afianzada definitivamente.
[8] Cf. M. Foucault, La volonté de savoir, Gallimard, París, 1976, p. 183.
[9] Cf. A. O. Hirschman, Las pasiones y los intereses, FCE, México,
1978. La liberación del interés del estigma de pecado que había tenido desde
Agustín, que consideraba el deseo de dinero junto con el deseo de poder y el deseo sexual como los tres peores
pecados, se produce como medio de contrarrestar otras pasiones más peligrosas y
violentas. La sustitución del honor como virtud esencial conlleva la demolición
del héroe que se produce a lo largo de la época clásica.
[10] Cf. M.
Foucault, Surveiller et punir,
Gallimard, París, 1975, pp. 138-139.
[11] Cf. M.
Foucault, Surveiller et punir, cit,
p. 169.
[12] Cf. M. Foucault,
Surveiller et punir, cit, pp. 172-196.
[13] El reconocimiento de la búsqueda de la
utilidad propia como algo éticamente valioso es paralelo a la pretensión de
conocer al hombre como realmente es y no de forma idealizada. Maquiavelo y Hobbes
abrieron el camino al realismo espinosiano que nos dice: “La mayor parte de los
que han escrito sobre las afecciones y sobre la conducta de la vida humana,
parecen no tratar de cosas naturales que se siguen de las leyes comunes de la
naturaleza, sino de cosas que están fuera de la naturaleza. Se diría, en
verdad, que perciben el hombre en la Naturaleza como un imperio en otro imperio”
(E, III, Prefacio).
[14] M. Calvo García, La teoría de las pasiones y el dominio del hombre, Prensas
Universitarias, Universidad de Zaragoza, Zaragoza, 1989.
[15] Sobre la mecánica del alma en Vives, cf.
M. Calvo, op. cit, pp. 105-112.
[16] De este libro hay una copia en
microficha en la Biblioteca de la UNED.
[17] Telesio, De rerum natura, IX,6, citado por M. Calvo, op. cit, p. 114.
[18] Citado por Hirschman, op. cit. p. 30.
Este autor destaca a Bacon y Espinosa como los que con más agudeza han sido
conscientes del carácter compensador entre sí de las pasiones lo que lleva
a que más que controlar las
pasiones se trata de hacerlas combatir entre sí para potenciar las
convenientes. Nuestro autor cita de Espinosa las proposiciones E,IV,7 y E,IV,
14 en las que resplandece el antiintelectualismo de Espinosa: que piensa que un
afecto sólo puede reprimirse mediante otro afecto más fuerte y que el conocimiento verdadero por sí solo no
puede reprimir un afecto, sino sólo en cuanto es capaz de generar afectos
activos más poderosos que los pasivos que hay que reprimir. (op. cit. pp.
30-31) .