X CONGRESO INTERNACIONAL DE ANTROPOLOGÍA FILOSÓFICA
Teruel, 14-17 de Septiembre de 2010

MENTE Y CUERPO.
PARA UNA ONTOLOGÍA DEL SER HUMANO



COMUNICACIONES
Sección comunicaciones 4B

“Antropología filosófica y literatura, en torno al cuerpo”
Coord. Joan Bautista Llenares (Universitat de València)

19,00 h. – 21,00 h.
Salón de Actos Vicerrectorado

Heart of Darkness: una sesion de logoterapia.
Juan Alcón (Universitat de València)
Documento sin título

            A finales del pasado siglo nos indicaba Pedro Laín Entralgo que la muerte humana es o puede ser hecho, acto y evento[1], y será a través de Heart of Darkness, una obra permeada de estas tres ineludibles dimensiones de nuestra mortalidad y, por ende, de nuestra corporalidad, como Joseph Conrad[2] nos mostrará la muerte y la enfermedad íntimamente ligadas a la experiencia humana traumática. Para ello nos internará por un camino hacia el corazón de las tinieblas en el que las sucesivas apariciones del otro, de los otros seres humanos, nos darán la pauta de una historia que aspira a ser una reivindicación del poder terapéutico de la palabra.

 

En la elaboración de esta obra Conrad se vio enormemente influenciado por la experiencia personal vivida en el continente africano, a bordo de un barco de vapor con el que surcó el río Congo como miembro de la supuesta empresa civilizadora que estaba llevando a cabo en África el rey Leopoldo II de Bélgica, quien mediante una campaña propagandística falaz y bien orquestada, hizo creer que su empeño era el intentar que la «influencia civilizadora del hombre blanco» acabase con lo que se consideraban las enfermedades endémicas propias del continente africano[3], tales como el tráfico de esclavos o los gobiernos tiránicos de origen tribal. Lo que se había iniciado en 1869 con las expediciones exploradoras de Stanley y había continuado con el proyecto de éste de extender por África los beneficios de la civilización a lo largo del río Congo, se había transformado en el negocio personal de Leopoldo II, quien aumentó su fortuna mediante la aplicación de un sistema absolutista, esclavista y marcado por el recurso al terror, con el que consiguió reducir la población autóctona a un 50% en 23 años.

 

            En este marco histórico, siguiendo un sueño de juventud y posiblemente acuciado por una situación forzada de desempleo como capitán[4], Conrad decidió aventurarse por el Congo en 1890, probablemente ilusionado tanto por la idea de la empresa civilizadora, como por acometerla desde uno de los barcos de vapor introducidos por el explorador Stanley, seguramente obviando las informaciones que tímidamente empezaban a aparecer en prensa y en las que se advertía que lo que estaba sucediendo en el Congo, era cualquier cosa excepto una empresa civilizadora. La experiencia africana de Conrad[5], si no fue totalmente traumática, sí podría afirmarse que le cambió profundamente. Nada de lo experimentado anteriormente le había preparado para enfrentarse ni a los métodos de explotación empleados por los esbirros de Leopoldo II, ni al mismísimo territorio africano.

 

            Por si ser testigo de un genocidio no fuese suficiente, Conrad sufrió malaria y disentería, con lo que la mala salud y sus efectos "espirituales" se unieron a la traición perpetrada contra sus sueños de juventud, dándonos parte del sustrato experiencial con el que abordó la confección de Heart of Darkness. Las interpretaciones al respecto de qué intención subyacente inspiró a este autor son variadas, pero ¿podemos afirmar con autoridad alguna motivación como propia del autor? A este respecto podría resultar reveladora la carta que Conrad remitió a su editor en relación a la obra que estaba preparando[6]:

 

«Es una narrativa siguiendo el estilo de Juventud[7], contada por el mismo hombre y que trata de sus experiencias en un río en África Central. La idea no es tan obvia como en Juventud – o al menos no es presentada tan obviamente. (...) El título en el que estoy pensando es "El Corazón de las Tinieblas"[8] (...). La idea es la criminalidad de la ineficacia y el egoísmo puro al abordar la tarea civilizatoria en África (...). El asunto es claramente propio de nuestro tiempo aunque no se haya tratado típicamente»

 

            En este pasaje aparecen unidas "criminalidad", "ineficacia", "egoísmo" y "tarea civilizadora". Parece que la experiencia en el proyecto belga provocó en Conrad la condena de aquellas empresas colonialistas que se adscriban el presupuesto de civilizatorias, percepción ya visible en una carta de septiembre de 1890 donde habla del «desagradable conocimiento de la vil pelea por el botín que siempre desfiguró la historia de la conciencia humana y de la exploración geográfica»[9]. Sin embargo no es posible establecer un rechazo categórico generalizado por su parte respecto de los proyectos colonialistas, como veremos a continuación.

 

            El relato que nos ocupa se emplaza en la cubierta del Nellie, un barco anclado en la desembocadura del Támesis. Un narrador anónimo[10] miembro de la tripulación nos relata cómo otro de los marineros, un tal Marlow[11], que será el co-protagonista de la historia, cuenta sus experiencias e impresiones en África como miembro de una compañía comercial, la Societé Anonyme Belge pour le Commerce du Haut-Congo[12]. La dirección de esa compañía le encomienda remontar el río Congo a fin de encontrar al mejor de sus jefes de estación, un tal Kurtz, el otro co-protagonista, que se encuentra enfermo y en dificultades. A través de las diversas experiencias vividas por Marlow, muestra Conrad tanto la perversa realidad del proyecto civilizatorio que se estaba llevando a cabo en África, como la deriva del hombre blanco al enfrentarse a este territorio inexplorado, a esta wilderness, al corazón de la oscuridad. Retomando la pregunta planteada en el párrafo anterior en relación a si la crítica de Conrad se extendería a todo proyecto colonialista, podríamos responder negativamente en virtud de la referencia explícita a los conquistadores romanos, a cómo la llegada de éstos a Inglaterra diecinueve siglos antes iluminó el Támesis como si fuese un destello de luz en la inmensa oscuridad imperante[13]. Fue la empresa colonialista romana la que llevó progreso y civilización a los entonces habitantes salvajes[14] de la isla y, de algún modo, legitimaría a Marlow, y por ende a Conrad, a entender quizá como valioso algún modelo de colonialismo en el que aquellos que lo desarrollen, como los romanos, ostenten ciertas características que puedan ser valoradas positivamente[15], y esto a pesar de que sus motivaciones sean la conquista, la promoción o la adquisición de riquezas, presentando así la idea de que aunque sea fugazmente, la luz podría ser llevada a una oscuridad[16] que puede ser iluminada o colonizada[17]. Estas apreciaciones pueden entenderse como una defensa del imperialismo por parte de un Conrad que, al fin y al cabo, era un hombre de su tiempo[18] y que, como tal, seguramente no creía en la existencia de una posible alternativa al colonialismo como modo de tratar con la alteridad[19].

 

            El modelo colonialista planteado en Heart of Darkness carece completamente de una idea subyacente que pueda justificarlo[20], de modo que como si fuese una deriva de esta carencia, nos encontraremos continuamente con personajes cuya representación física lleva aparejada, en soledad o combinadas, tanto la enfermedad como la muerte. A través de lo corporal Marlow, y en consecuencia Conrad, transmite la actitud moral de los intervinientes en los distintos fragmentos, haciéndose cargo de la condición corpórea de éstos como elemento narrativo y posicionándose en cierto sentido junto a Laín Entralgo cuando afirmaba que «(...) mi percepción del otro tiene necesariamente su fundamento en la condición corpórea de mi realidad y de la suya»[21].

 

            Así aparece Marlow al inicio de la narración, sobre la cubierta del Nellie, «sentado en la popa, con las piernas cruzadas», con «las mejillas hundidas, la tez amarillenta, la espalda erguida, el aspecto ascético, y con los brazos caídos y las palmas de las manos hacia fuera»[22]. El personaje que había vuelto del corazón de las tinieblas se hallaba «concentrado y silencioso, en la postura de un Buda en meditación»[23], en la típicamente asiática posición del loto, relacionada con la tranquilidad, con un estatus superior de paz interior, de equilibrio cuerpo-alma, que podríamos considerar cercano a la ataraxia[24], lo que parece dar fe de cómo había sido capaz de superar una oscuridad que a lo largo del relato parece estar a punto de absorberle. Desde este estado de serenidad ilustra a sus compañeros de cubierta sobre lo acaecido en su aventura africana pero, ¿es tan solo una narración más entre marineros, fruto de la necesaria espera? En absoluto. Conrad caracteriza al personaje como un marinero fuera de lo corriente, un contador de historias cuyo significado no se encuentra dentro del relato mismo, sino que lo envuelve de un modo difícil de ver[25], requiriendo una dimensión complementaria que dé sentido total a sus palabras, mostrando a través de su actitud algo que no puede ser dicho. A través de las implicaciones insinuadas en el relato de Marlow, nos somete Conrad a una sesión de logoterapia, quizá no con las connotaciones de encontrar el sentido existencial que le daría a este término Víctor Frankl[26], pero sí con la intención de tratar a través de las palabras a cada lector de Heart of Darkness.

 

            Más allá de los deseos de aventura, de la formación previa como navegante o de la mediación de sus parientes, es la muerte lo que abre a Marlow las puertas de la compañía colonizadora, siendo llamado a sustituir a un capitán[27] que había sido abatido durante una riña con nativos por la propiedad de unas gallinas. En este episodio[28] nos es presentado de un modo embrionario cómo afectan los poderes de la oscuridad a los colonizadores, abundando en cómo el capitán, tras dos años de ejercer sus funciones en la noble causa civilizatoria, se había visto impelido a reclamar para sí algo del respeto perdido durante ese tiempo de servicio incluso en un incidente nimio[29]. Fue la ausencia de una idea subyacente en la que poder creer desinteresadamente[30], lo que llevó a Fresleven a situar la disputa en términos inaceptables para los nativos y, en consecuencia, lo que le deparó una muerte que ni siquiera mereció un entierro digno, siendo abandonado el cadáver a su suerte por todos[31].

 

            Aprovechando esta oportunidad Marlow se dirigió a la sede de la compañía en  Bruselas, la ciudad que parecía un sepulcro blanqueado[32], donde fue sometido a una visita médica que trataba de evaluar su estado de salud previo a la llegada a la zona de operaciones, dando por entendido que su aventura africana acabaría, posiblemente, a causa de la enfermedad o la muerte. Con un especial interés por su salud mental, Marlow es cuestionado por antecedentes de locura familiares y se le somete a una medición craneal[33], seguramente siguiendo los postulados contemporáneos de Broca[34] según los cuales se entendía que el tamaño del cerebro guardaba relación directa con la inteligencia[35].

 

            Acabado el trámite, y ya dirigiéndose hacia su destino a bordo de un vapor francés, se produce el primer encuentro de Marlow con unos remeros africanos[36]. El relato dará la pauta para comprender el contraste entre el colonizador blanco, que debe ser sometido a terapia, y el hombre negro. Estos remeros son descritos como una muestra de vitalidad exuberante, hombres en los que destacaba el blanco de sus ojos, que vociferaban y cantaban, cuyos músculos se movían enérgicamente golpeando el agua con sus remos, realizando movimientos integrados naturalmente con el mismo mar, lejos de la actitud de los militares franceses que, a ciegas, cañoneaban la espesura sin un sentido aparente[37]. Los remeros son seres humanos que psicofísicamente nada tienen que ver con lo que Marlow encuentra en la estación de la compañía ya en África, cuando aún no ha empezado su viaje por el río. Nada más llegar se percata de la presencia de unas «cosas oscuras» que «parecían agitarse debilmente»[38] bajo la sombra de los árboles, en lo que Conrad describe como un «tenebroso círculo del infierno»[39]. Los poderosos nativos se habían convertido, al interactuar con el hombre blanco, en fantasmas, en sombras doloridas, abandonadas y desesperadas, enfermas en algunos casos y moribundas en todos ellos. Los músculos poderosos habían desaparecido dejando visible la estructura ósea, y del brillo de los ojos no quedaba más que una luz vacilante y ciega que poco a poco se apagaba[40]. Algunos negros aún podían trabajar como esclavos encadenados, pero su degradación física era evidente, siendo sus miradas indiferentes el presagio de que su camino finalizaría bajo la sombra de los árboles.

 

En este mismo lugar donde los nativos eran fantasmas moribundos, es donde Marlow conoce al contable[41], un individuo al que no parece afectarle nada de lo que allí acontece, capaz de mantener indemne su salud y su presencia de un modo similar a como lo hace el director de la compañía[42], quién es presentado como un individuo de expresión indefinible, de frases inescrutables, sin inteligencia, sin capacidades especiales más allá de una salud inquebrantable, y únicamente preocupado por cualquier contingencia del negocio.

Será el internamiento en las tinieblas lo que acentúe el declive psicofísico del colonizador, siendo muestra de dicho proceso Marlow durante su viaje hacia la Estación Interior. El resultado del mismo será representado por Kurtz, quien habiéndose internado en las tinieblas se transforma durante su encuentro con la alteridad, sucumbe durante la misión colonizadora a «la fascinación de la abominación (...) el pesar creciente, el deseo de escapar, la impotente repugnancia, la rendición – el odio»[43], cayendo de este modo preso de la enfermedad y, no habiéndole puesto adecuada solución a tiempo, finalmente falleciendo sumido en el horror[44]. A lo largo del relato podría parecer que la excepcionalidad de Kurtz le convertiría en uno de los llamados a resistir la oscuridad, pero cuando aparece en escena está mortalmente enfermo, consumido, dominado por las tinieblas. Ambos co-protagonistas se enfrentan a un proceso de degradación personal que en el caso de Marlow se hace patente en la medida en que cambian sus reflexiones ascendiendo por el río, pasando del cuestionamiento en torno a si lo que se hace con la población nativa no es más que un malvado juego en el que a través del miedo y la superstición se logra eficacia[45], a considerar la muerte violenta del timonel negro del barco como poco más que un fastidio que le mancha los zapatos de sangre[46]. La oscuridad se va apoderando de él haciendo que todo lo circundante cobre importancia únicamente en relación a su persona, del mismo modo que Kurtz entendía que la selva, el marfil o la estación eran de su propiedad, que habían sido por él reclamados en virtud de sus capacidades[47]. Tanto él como Marlow, dos estadios distintos del internamiento del colonizador en el corazón de las tinieblas, son reclamados por la oscuridad[48]. Marlow enfermaba y Kurtz se moría tras un proceso de declive marcado por anteponer los intereses egoístas a toda consideración, lo que tiene como consecuencia el no reconocimiento correcto de los otros, dando cumplida realidad a la afirmación de Laín Entralgo, de que «(...) sólo por obra de una brutal y despiadada reclusión en sí mismo puede un ser humano dejar de ver «otro como yo» en cualquier ser humano»[49].

 

            La Estación Interior, un lugar de oscuridad y muerte para los colonizadores, resulta ser el emplazamiento en el que aparecen los componentes de la tribu del lago[50], intrépidos, de miradas feroces y movimientos salvajes. Entre ellos aparece una nativa que con soberbia esperaba impaciente junto a la orilla reflejando el «alma tenebrosa y apasionada»[51] de la selva. Su presencia poderosa es remarcada por una vestimenta que nos hace pensar en los caballeros medievales[52], adornada con múltiples abalorios brillantes y con algo en su caminar que es a la vez siniestro y majestuoso, lo que  complementa con una mirada salvaje y un rostro que mostraba tristeza y dolor. Su gesticulación[53], su energía, nada tiene que ver con la descripción de las hieráticas hilanderas que Marlow encuentra en Bruselas[54]. Estas aparecen sentadas, tejiendo[55], portando vestidos lisos anodinos acordes a una actitud plácida en la que nada destaca, no mereciendo más descripción física que el comentario de que una es gorda y otra delgada. Frente a la vitalidad que caracteriza a la nativa en el corazón de la oscuridad, sólo podemos hallar en las hilanderas, que habitan en el territorio de la luz, placidez e indiferencia[56].

 

            A través de una continua contraposición de lo corporal en colonizados y colonizadores, Conrad reivindica el uso terapéutico de la palabra. En Heart of Darkness vemos ejemplos de cómo el aislamiento respecto de los límites y estamentos de la sociedad puede derivar en la pérdida del equilibrio psicosomático[57], representado plenamente por Kurtz al abandonarse a sus más oscuros apetitos[58]. Así es como la enfermedad en los colonizadores aparece como una falta de armonía que no es «algo sobreañadido a la realidad individual del paciente», sino que es «un «desorden» interno de esa realidad»[59] que debe ser repuesto al equilibrio, siendo aquí donde Conrad realiza su apuesta por la logoterapia.

 

            El encuentro entre Marlow y Kurtz, entre el enfermo y el moribundo, resulta catártico para el primero. Durante la vuelta desde el corazón de África, Marlow es guiado por medio del logos como palabra comunicativa[60] en un ejercicio mayéutico en el que será él, como nosotros, quien deba llegar a sus propias conclusiones[61]. Conrad nos somete a una sesión de logoterapia[62] plenamente consciente, al igual que los médicos hipocráticos, «de la eficacia somática de la vida psíquica»[63], de que «el estado que solemos llamar «enfermedad» es siempre cuerpo, pero nunca es sólo cuerpo»[64], reivindicando de este modo, por medio de una obra construida a través de las numerosas explicitaciones de la dimensión corpórea de los personajes que en ella aparecen, el uso terapéutico de la palabra, la logoterapia.

 



[1] LAÍN ENTRALGO, P.: Cuerpo y alma. Madrid: Espasa-Calpe S.A., 1991, pág. 355

[2] Józef Teodor Konrad Nałecz Korzeniowski (1857 – 1924).

[3] COOLIDGE, O.: The Three Lives of Joseph Conrad. Boston: Houghton Mifflin Company, 1972, pág. 112 « (...) and the civilizing influence of the white man was talked as the remedy for Africa's endemic slave trade, its starvation and disease, the horrible tyranny of its petty chieftains or witch doctors.»

[4] Cf. ibid. pág. 111. A causa de una disminución generalizada de la flota mundial de barcos de vela fueron muchos los comandantes de navío que, como Conrad, se encontraron en dificultades para conseguir estar al mando de una embarcación, lo que es apuntado por Olivia Coolidge como uno de los elementos que motivaron a Conrad para viajar al Congo  «(...) as months went by without a command and his restless nature led him to dream of other careers (...) he remembered himself as a boy putting his finger on that empty map and saying, "When I grow up, I'm going there."»

[5] Duraría algo menos de 6 meses, del 12 de Junio de 1890 al 4 de Diciembre del mismo año.

[6] The Collected Letters of Joseph Conrad, Volume II, 1898-1902, ed. Frederick R. Karl and Laurence Davies, Cambridge: Cambridge UP, 1986, 139-140, la traducción es nuestra.

[7] Youth fue la tercera obra de Conrad, publicada en 1902 en un mismo volumen junto a Heart of Darkness y The End of the Tether.

[8] En la versión serial de la obra aparecida en Blackwood's Magazine, ésta llevó el título de The Heart of Darkness, pero fue cambiado a Heart of Darkness, un título menos grandilocuente en lo relativo a su construcción en lengua inglesa, para la versión en formato libro. También habría que destacar que la traducción habitual al castellano ha sido Corazón de Tinieblas, si bien a nuestro entender posiblemente fuese más ajustada, tanto al original inglés como al contenido del texto, Corazón de Oscuridad.

[9] Citado en CONRAD, J.: Heart of Darkness. New York: Norton & Company, Inc., 1988, pág. 187 extraído de Geography and Some Explorers. Last Essays. London: J.M. Dent and Sons, Ltd., 1926, pág. 17. La traducción es nuestra.

[10] El narrador dramatizado en primera persona es un recurso empleado en otras ocasiones por Conrad, como por ejemplo sucede en The Nigger of the Narcissus.

[11] Personaje también aparecido en otros relatos de Conrad, como por ejemplo Youth y Lord Jim.

[12] Compañía en la que Conrad vivió su aventura africana.

[13] CONRAD, J.: Corazón de Tinieblas. Madrid: Mestas Ediciones, 2006, pp. 16-17  «(...) Cuando los romanos vinieron aquí por primera vez (...) la luz iluminó este río a partir de entonces (...) como una llamarada que se propagaba por una llanura, como un relámpago en las nubes. Vivimos bajo esa llama temblorosa (...) pero la oscuridad reinaba aquí aún ayer.»

[14] Cf. ibid. pág. 17

[15] Cf. ibid.  «Eran suficientemente hombres para enfrentarse a las tinieblas.»

[16] Cf. ibid. pág. 16  «También éste (...) ha sido uno de los lugares oscuros de la tierra».

[17] SAID, E.W.: Culture and Imperialism. London: Vintage, 1994, pág. 33  «Conrad`s genius allowed him to realize that the ever-present darkness could be colonized or illuminated.»

[18] SAID, E.W.: Culture and Imperialism. London: Vintage, 1994, pág. 26  «Conrad could probably never have used Marlow to present anything other than an imperialist world-view, given what was available for either Conrad or Marlow to see of the non-European at the time.»

[19] SAID, E.W.: Culture and Imperialism. London: Vintage, 1994, pág. 25  «(...) there is no use looking for other, non-imperialist alternatives; the system has simply eliminated them and made them unthinkable.»

[20] CONRAD, J.: Heart of Darkness. New York: Norton & Company, Inc., 1988, pág. 10  «La conquista de la tierra, que por lo general consiste en arrebatársela a quienes tienen una complexión diferente o narices ligeramente más chatas que las nuestras, no es agradable cuando se observa con atención. Lo único que la redime es la idea. Una idea que la respalda, no una pretensión sentimental sino una idea; y una creencia desinteresada en la idea – algo que puedes enarbolar, ante lo que puedes postrarte, y ofrecer un sacrificio...». La traducción es nuestra

[21] LAÍN ENTRALGO, P.: El cuerpo humano. Teoría actual. Madrid: Espasa Calpe S.A., 1989, pág. 130.

[22] CONRAD, J.: Corazón de Tinieblas. Madrid: Mestas Ediciones, 2006, pág. 14

[23] Cf. ibid. pág. 121

[24] Según Epicuro, para alcanzar la felicidad, habría que atenerse, junto a la ausencia de pena, temor y pasiones, a la ataraxia, un equilibrio permanente en el alma y en el cuerpo ("Carta a Meneceo", Diógenes Laercio X, 128).

[25] Cf. ibid. pág. 16  «Pero Marlow no era el típico hombre de mar (...), y para él el significado de un relato no estaba dentro de la nuez, sino fuera, envolviendo la anécdota de la misma manera que el resplandor circunda la luz, a semejanza de uno de esos halos neblinosos que a veces se hacen visibles por la iluminación espectral de la claridad de la Luna.»

[26] Véase FRANKL, V.: El hombre en busca de sentido. Barcelona: Herder, 2004.

[27] El capitán danés Fresleven.

[28] Cf. ibid. pp. 21-22

[29] Cf. ibid. pág. 21  «(...) pero hacía dos años que estaba allí, al servicio de la noble causa, ya sabéis, y probablemente sintiera, al fin, la necesidad de reafirmar, de alguna manera, su propia estima.»

[30] Ver nota a pie de página 20.

[31] Cf. ibid. pág. 22  «Después nadie pareció interesarse demasiado por los restos de Fresleven (…) cuando al fin tuve la oportunidad de encontrarme con mi predecesor, resultó que la hierba que había nacido a través de sus costillas era tan alta que cubría sus huesos.»

[32] CONRAD, J.: Corazón de Tinieblas. Madrid: Mestas Ediciones, 2006, pág. 22

[33] Cf. ibid. pág. 25

[34] Paul Broca (1824-1880)

[35] Estos postulados tuvieron gran relevancia en las concepciones de supremacía racial blanca del siglo XIX e inicios del XX, y aún hoy, a pesar de su desmentido científico, encuentran eco en grupos racistas.

[36] Cf. ibid. pág. 28

[37] Cf. ibid.

[38] Cf. ibid. pág. 30

[39] En clara alusión a la Divina Comedia de Dante.

[40] Cf. ibid. pp. 32-34

[41] Cf. ibid. pp. 34-35

[42] Cf. ibid. pp. 39-40

[43]CONRAD, J.: Heart of Darkness. New York: Norton & Company, Inc., 1988, pág. 10, traducción propia.

[44] CONRAD, J.: Corazón de Tinieblas. Madrid: Mestas Ediciones, 2006, pág. 110

[45] Cf. ibid. pág. 63 «Unos pocos meses de entrenamiento habían hecho de él un tipo estupendo (...) Era útil porque había sido instruido, y lo que sabía era que si el agua desaparecía de aquella cosa transparente, el mal espíritu encerrado en la caldera mostraría su cólera por la enormidad de su sed, y su venganza sería terrible.»

[46] Cf. ibid. pág. 78  «A decir verdad, yo sentía una ansiedad casi morbosa de cambiarme los zapatos y los calcetines.»

[47] Cf. ibid. pág. 80  «"Mi marfil, mi prometida, mi estación, mi río, mi….." Todo le pertenecía.»

[48] Cf. ibid.  pág. 81

[49] LAÍN ENTRALGO, P.: El cuerpo humano. Teoría actual. Madrid: Espasa Calpe S.A., 1989, pág. 129

[50] CONRAD, J.: Corazón de Tinieblas. Madrid: Mestas Ediciones, 2006, pp. 95-96

[51] Cf. ibid. pág. 98

[52] Cf. ibid. «Mantenía la cabeza erguida, con el cabello peinado en forma de yelmo; llevaba polainas de latón hasta la rodilla, guantes de latón hasta los codos (...)»

[53] CONRAD, J.: Corazón de Tinieblas. Madrid: Mestas Ediciones, 2006, pág. 98 «De pronto abrió sus desnudos brazos y los levantó rígidos sobre su cabeza, como presa de un deseo incontrolable de tocar el cielo (...)»

[54] Cf. ibid. pp. 22-24. Una alegoría de las sibilas guardando las puertas del Hades.

[55] Más allá de la conexión con las sibilas mitológicas, ocupadas en funciones consideradas propias de la mujer en el siglo XIX.

[56] Cf. ibid. pág. 24  «Me miró por encima de las gafas. (...) Parecía saberlo todo sobre ellos y también sobre mí.»

[57] Cf. ibid. pág. 81  «¿Cómo podéis imaginar a qué determinada región del inicio de los tiempos le pueden conducir a un hombre sus pies libres por el camino de la soledad, de una profunda soledad sin policías, por el camino del silencio..., del silencio profundo, donde jamás se oye la advertencia de un vecino generoso que nos previene (...)?

[58] Cf. ibid. pág. 93  «(...) me habían llamado la atención, desde lejos, ciertos atisbos de ornamentación (...) Entonces examiné cuidadosamente cada poste con los gemelos, y comprobé mi error. Aquellos bultos redondos no eran motivos ornamentales, sino simbólicos. (...) Hubieran sido aún más impresionantes aquellas cabezas clavadas en las estacas si sus rostros no hubiesen estado vueltos hacia la casa.»

[59] LAÍN ENTRALGO, P.: La curación por la palabra en la antigüedad clásica. Barcelona: Editorial Anthropos, 1987, pág. 166

[60] Cf. ibid. pág. 174  «(...) el logos es, ante todo, razón y palabra expresiva; mas también es (...) palabra comunicativa, decir a otro; en suma, pregunta, respuesta o discurso, en el sentido oratorio de este último término.»

[61] Es interesante apuntar que, tal y como detalla Laín Entralgo, el objetivo de esta guía no será el bien propio del interlocutor, Marlow en este caso concreto y nosotros respecto de Conrad, sino que «su meta es la contemplación posesiva de una verdad, la «verdad objetiva» de la materia sobre que se dialoga.» Véase LAÍN ENTRALGO, P.: Teoría y realidad del otro. Volumen II. Madrid: Revista de Occidente S.A., 1968, pág. 260.

[62] LAÍN ENTRALGO, P.: La curación por la palabra en la antigüedad clásica. Barcelona: Editorial Anthropos, 1987, pág. 162  «(...) entre la segunda mitad del siglo VI y la primera del siglo IV se constituye en Grecia una doctrina acerca del empleo terapéutico de la palabra humana.»

[63] LAÍN ENTRALGO, P.: La curación por la palabra en la antigüedad clásica. Barcelona: Editorial Anthropos, 1987, pág. 184

[64] Cf. ibid. pág. 193