X CONGRESO INTERNACIONAL DE ANTROPOLOGÍA FILOSÓFICA
Teruel, 14-17 de Septiembre de 2010
MENTE Y CUERPO.
PARA UNA ONTOLOGÍA DEL SER HUMANO
COMUNICACIONES
Sección comunicaciones 4B
“Antropología filosófica y literatura, en torno al cuerpo”
Coord. Joan Bautista Llenares (Universitat de València)
19,00 h. – 21,00 h.
Salón de Actos Vicerrectorado
Salvador Cuenca (Universitat de València)
La sexta parte de La
insoportable levedad del ser de Milan Kundera ofrece una teodicea de la
mierda y una teoría del kitsch. El
objetivo de estas páginas es explicar la relación entre ambas dentro del
contexto cristiano que les sirve de inspiración. En la sexta parte el narrador
concentra sus esfuerzos en interpretar el relato de la caída del paraíso como
la metáfora que describe la falta de un control racional sobre los actos del
cuerpo. Los actos fisiológicos del hombre –actus homini según la terminología tomasiana–, superan
cualquier intento de control racional en la tradición cristiano-europea. Para
disimular la falta de control sobre la fisiología, la tradición europea traza
dos estrategias: (1) esconder en privado dichos actos: excitarse o defecar, (2)
postular la existencia de un ámbito racional en el que la voluntad humana
controle todos sus actos. Dicho ámbito precede a la azarosa vida terrenal, al término
de la cual los controladores de sus actos recibirían la eternidad como
recompensa. Tanto el ámbito de la existencia anterior al pecado de perder el
control original como el posterior, reservado a los premiados, reciben el
nombre de paraíso.
La primera estrategia
convierte en deseable lo que no se esconde, lo públicamente exhibido y lo
alegremente compartido por todos los espectadores humanos. Asimismo, el poder
ser compartidos en público se considera el criterio que distingue a los actos
humanos con un sentido pleno de aquellos relegados al sinsentido por ser
incontrolables, como defecar o empalmarse. Kundera usa el término kitsch para referirse a esa totalitaria
alegría compartida al sentirse emocionado por lo públicamente compartible, como
el amor paterno-filial o el patriótico. El kitsch
amalgama a los participantes en la alegría totalitaria y considera
inhumanos a aquellos que no la comparten.
1
Sabina, el personaje principal
de la sexta parte de La insoportable
levedad del ser, se opone a ambas estrategias tradicionales y opta por
asumir la falta de sentido último de cualquier acto suyo, no sólo como actus homini sino tambien como actus humanus, reutilizando la dicotomía
del Aquinate. La asunción de que no podemos conocer las fuentes de donde surge
el sentido de nuestros actos es interpretada como un síntoma de la expulsión o
caída del paraíso en esta sexta parte por el narrador. Expulsión hacia un
terreno que es un campo de concentración con público, con un palco VIP de un espectador
privilegiado: Dios. La sexta parte de La insoportable levedad del ser analiza la
compatibilidad o no de la mierda con la espectación de Dios. O dicho de otro modo: la vieja cuestión de la compatibilidad del
no-ser con el ser.
Esta sexta parte resemantiza y
repercute sobre los anteriores sentidos del personaje de Sabina, olvidada y
aparcada en la tercera parte de la obra. Al inicio de esta sexta parte, la
teodicea de la mierda cambia los sentidos atribuidos al símbolo fundamental de
Sabina: su bombín, el sombrero heredado de su abuelo. En especial suprime el
sentido del sombrero como símbolo
de sus juegos obscenos. Expresado más concretamente: el deseo de Sabina de
vaciar los intestinos delante de su amante Tomáš obliga a pensar que la
mierda impulsa aquella transformación última del sombrero en objeto
sentimental. El deseo de compartir lo que se debe esconder, de hacer público lo
que debe ser privado, provoca que la mierda y el no-ser se transformen en ser.
Dicho de otro modo: el compartir el no-ser forma parte integral del sentimiento
de ser, más allá de las tumbas, a través de los arces y de las flores de
colores de Bohemia, esto es, el sentimiento de que la vida tiene un sentido más
allá del no-ser. Y esto Sabina no lo puede aceptar. Porque la transformación
del sombrero obsceno en un objeto sentimental representa un final para la
capacidad de traicionar que impera en Sabina.
Esta transformación
sentimental sitúa al sombrero en el cruce hacia la eternidad, ya que reabsorbe,
como el arce y las flores de colores, los cuerpos mortales de su padre y de su
abuelo, al mismo tiempo que impulsa a su poseedora siempre adelante hacia un
futuro desconocido para ser, una vez convertida en cenizas, reabsorbida por un
futuro arce y por unas futuras flores de colores. La atracción de lo
desconocido puede más que los sentimientos compartibles del kitsch. Además, la preferencia por lo
desconocido desvela la precariedad de las dimensiones de sentido que organizan
los actos públicamente compartibles y los hacen deseables. No obstante, la
atracción de lo desconocido es debilitada por la conversión de las traiciones
en la propia fidelidad sentimental de Sabina. Esta transformación se ritualiza
mediante la repetición de los juegos obscenos y se escenifica simbólicamente con
la levedad del sombrero y con la publicidad de la mierda. Los actos cotidianos
de excitarse o defecar acaban por tener un sentido sentimental porque son
compartidos, aun esporádicamente, por Sabina con su amante Tomáš durante
un lapso de tiempo demasiado extenso. Esta conversión sentimental es una
consecuencia paradójica del deseo de Sabina de escapar del kitsch totalitario. Nos debemos interrogar por la posibilidad de un
sentido sentimental no totalitario, es decir, no-kitsch. Y antes de
ello: ¿qué convierte al kitsch en
totalitario? ¿qué convierte al kitsch
en kitsch?
"Por supuesto, el sentimiento que despierta el
kitsch debe poder ser compartido por gran cantidad de gente. Por eso el kitsch
no puede basarse en una situación inhabitual, sino en imágenes básicas que
deben grabarse en la memoria de la gente: la hija ingrata, el padre abandonado,
los niños que corren por el césped, el recuerdo del primer amor.
El kitsch provoca dos lágrimas de emoción. La
primera dice: '¡Qué hermosos, los niños corren por el césped!'
La segunda lágrima dice: 'Qué hermoso es estar
emocionado con toda la humanidad al ver a los niños corriendo por el césped!'
Es la segunda lágrima la que convierte el kitsch en
kitsch.
La hermandad de todos los hombres del mundo sólo podrá
edificarse sobre el kitsch."[1]
2
Kundera articula la teoría del kitsch sobre la base de la elocuencia
cristiana medieval. Las autoridades que polemizan a través de la novela de
Kundera són Valentín, gnóstico del siglo II, san Jerónimo, del siglo IV, y
Escoto Eriúgena, teólogo del siglo IX. El narrador utiliza estas polémicas para
iniciar la sexta parte con una reflexión sobre una posible causación mental de
cualquier acción, no sólo como actus
humanus sino también como actus
homini. Kundera se encarama por encima de los pensamientos de Escoto Eriúgena
para asumir que en el paraíso no se hubiera podido establecer la anterior
distinción entre actos, porque no habría ninguna acción de segunda categoría al
carecer de sentido racional y de control voluntario. Sabina no se hubiera
podido concebir en el paraíso porque incluso la mierda y la erección formarían
parte de la conducta ordenada mentalmente en una situación paradisiaca de armonía
perfecta.
La situación de armonía perfecta es descrita en
los primeros capítulos del Génesis,
los cuales narran los seis días de la creación, el reposo del séptimo día y la
vida del Edén. Los primeros capítulos del Génesis
fueron glosados ad infinitum por la
cultura patrística cristiana. Estas narraciones glosadas formaban y forman
todavía hoy un subgénero literario: el hexameron.
"En el siglo IV, san Jerónimo rechazaba por
completo la idea de que Adán y Eva fornicaran en el paraíso. Por el contrario,
Juan Escoto Eriúgena, gran teólogo del siglo IX admitía semejante idea. Pero
imaginaba que a Adán se le elevaba el miembro tal como se eleva el brazo o el
pie, cuando quería y cómo quería. (...) Si el miembro puede elevarse por una
simple orden del cerebro, la excitación carece de utilidad. El miembro no se
yergue porque estemos excitados, sino porque se lo ordenamos. Lo que al gran teólogo
le parecía incompatible con el paraíso no era la fornicación y el placer ligado
a ella. Lo incompatible con el paraíso era la excitación. Recordémoslo bien: en
el paraíso existía placer, no excitación.
En esta meditación de Escoto Eriúgena, podem encontrar
la clave de una especie de justificación teológica (dicho de otro modo, de una
teodicea) de la mierda. Mientras se le permitió al hombre permanecer en el paraíso,
o bien no defecaba (al modo de Jesús, según afirmaba Valentín), o bien, lo cual
parece más probable, la mierda no se entendía como algo asqueroso. Cuando Dios
expulsó al hombre del paraíso, hizo que que conociera el asco.
El hombre empezó a ocultar aquello de lo que se
avergonzaba y, cuando levantó el velo, le cegó un resplandor. De este modo
conoció, inmediatamente después del asco, la excitación. Sin mierda (en el
sentido literal y figurado) no existiría el amor sexual tal como lo conocemos:
acompañado de palpiataciones del corazón y ceguera de los sentido."[2]
3
En la anterior cita, Kundera explica la relación entre
la erección voluntaria de Adán y el deseo de Sabina de vaciar los intestinos
delante de su amante. Sabina pretende recuperar la autonomía de la que gozaba
Adán para excitarse en el Edén con el fin de poder defecar delante de su
amante. Sin esconder nada. Así, el paraíso se postula como el ámbito en el cual
no se siente vergüenza ni de la mierda ni del placer, porque se dan
voluntariamente, mientras que la expulsión del Edén representa la adquisición
de la vergüenza y la nueva percepción tanto del asco como de la excitación. En
la tierra, el asco y la excitación se deben esconder. En ese esconderse se
produce una alegría totalitaria y un acuerdo kitsch. De aquí surge la repugnancia de Sabina al kitsch, porque este ideal estético
elimina la mierda de la vida, la esconde.
En el párrafo citado
anteriormente, Kundera recoge una de las preocupaciones fundamentales del libro
cuarto del De divisione naturae
d'Escoto Eriúgena, a saber: la unidad de la vida en el paraíso, anterior a la
infinita división que emanará a partir de la caída provocada por el pecado de
orgullo. Este libro cuarto es concebido como un Hexameron, dedicado a glosar la división natural de aquellas cosas
creadas y no creadoras. La tercera de las divisiones naturales que surgen de la
combinación entre las dicotomías "creado/no creado" y
"creador/no creador".
Para poder aprehender el sentido de la anterior
cita de Kundera debemos explicar
el contexto medieval que suscitó los pensamientos de Eriúgena sobre el paraíso
aprovechado por el novelista checo. Las reflexiones allí recogidas sobre la
unidad de la vida en el paraíso se enmarcan en el contexto de los miles de
folios escritos como resultado de los pensamientos más penetrantes de la
cultura patrística y de la cultura de la alta edad media. Nos debemos adentrar
en la mentalidad de un universo medieval. Pensar en la alta edad media no
significaba sino pensar a partir de la Biblia
para explicarla enciclopédicamente después. La naturaleza y el mundo que se
explican hoy son las naturaleza y los mundos descritos por la ciencia moderna.
Hasta el siglo XIII, en la Europa cristianizada, la naturaleza y el mundo que
exclusivamente se explicaban eran las naturalezas y los mundos descritos en la Biblia.
Plus docet
exempla quam subtilis praedicationis. Esta era una de les máximas básicas
de la predicación cristiana medieval. Los exempla
contaban una historieta o un detalle de una historia conocida por todos los
sermoneados. Estos exempla constituían
la sal, la vida, de los sermones medievales. La evangelización exhaustiva de
Europa a lo largo de la edad media fue efectiva gracias a la seducción más
irresistible, a saber, la de los cuentos –además de que fue su consecuencia–. Estos
cuentos con referencias finales morales siempre cristianas glosaban y
reglosaban el gran cuento de salvación que es la Biblia. El pensamiento abstracto o la sutil predicación se debían
transmitir mediante cuentos concretos, tangibles y conocidos, los cuales
explicaban más satisfactoriamente la condición humana que las especulaciones
metafísicas.
4
Después de esta inmersión en el universo narrativo del
cristianismo medieval, podemos juzgar con más calma a los comentaristas de las
escrituras, en especial a Escoto Eriúgena. La elocuencia cristiana medieval
pretendía conjugar el binomio siempre inestable que componen la actitud filosófica
y la actitud literaria. Esta conjugación inestable se muestra en los comentarios
sobre el paraíso, las erecciones de Adán, el kitsch en general y los intestinos de Sabina en particular. La
conjugación entre actitud literaria y filosófica también se muestra en la
creencia en que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza. Esta creencia es
el origen del problema sobre la causación mental de la erección de Adán en el
paraíso: ¿Cómo Dios, que es infinitamente simple y sin ninguna división
interna, puede crear a imagen suya al hombre dividido? Recordemos los versículos
del Génesis (I, 27):
"Y Dios creó al hombre; a la imagen de Dios Él lo creó; macho y hembra Él
los creó". La cuestión de la compatibilidad de Dios y el sexo constituye
un reto para las imágenes básicas del kitsch
cristiano, las imágenes básicas que forman el acuerdo categórico con el ser
del cristianismo. La elocuencia cristiana trata de consensuar estas imatges básicas,
desde los padres griegos a los latinos, desde el De hominis opificio de Gregorio de Nisa al De Genesi ad litteram o al De
Civitate Dei de Agustín de Hipona.
En este último tratado Agustín escribe: "Según esto, el hombre en el paraíso vivía
como quería, porque sólo quería lo que Dios había mandado. Vivía gozando de
Dios y era bueno por su bondad; vivía sin ninguna indigencia y tenía en su mano
vivir siempre así. (...) Un gozo eterno, procedente de Dios, se perpetuaba, y
en él ardía la caridad del corazón puro, de la buena conciencia y de la fe no
fingida. La sociedad conyugal estaba acompañada de un amor honesto. La mente y
el cuerpo iban acordes y el mandato era fácil y hacedero. (¡Crecer y
multiplicarse sin cansarse!) La lasitud
no sorprendía al ocioso, ni el sueño le rendía contra su querer. Dios nos libre
de creer que en tal facilidad de mandatos y en tamaña felicidad los hombres no
podrían engendrar sin el morbo de la libido. Esos miembros, como los demás, se
moverían al arbitrio de la voluntad, y el marido se hundiría en el regazo de la
esposa con tranquilidad de ánimo, sin el estímulo del ardor libidinoso y sin la
corrupción de la integridad corporal"[3]
Para Agustín de Hipona, el hecho de que se podían
controlar voluntariamente todos los miembros corporales en el paraíso era digno
de fe, aunque la experiencia de su tiempo no lo pudiera probar. Agustín
postulaba la existencia de dos paraísos: uno material y otro espiritual. Escoto
Eriúgena disiente de Agustín porque es partidario de la interpretación alegórica
del relato de la creación y, por consiguiente, defiende la existencia de un único
paraíso: el espiritual. Para Escoto, el paraíso del relato del Génesis sólo existiría alegóricamente.
Dada la autoridad de san Agustín y dadas la críticas que profirió el obispo de
Hipona contra las interpretaciones alegóricas –por estériles de cara a la
conversión mediante la elocuencia–, el Eriúgena debía fundamentar sus
interpretaciones alegóricas sobre el paraíso en el otro gran padre de la
Iglesia, el griego Gregorio de Nisa, y fortificarlas con el recurso estilístico
de la ironía.
5
La ironía de Escoto Eriúgena contra Agustín se percibe
cuando, en el libro IV de su diálogo De
divisione naturae (806B - 806C), comenta el pasaje citado anteriormente del
De civitate Dei. El Eriúgena cita capítulos
enteros de las autoridades para comentarlos dialógicamente después a un alumno
suyo en el De divisione naturae.
Reescribiré las dos últimas frases de la cita del De Civitate Dei, tal como las encontramos en el diálogo escotista,
en latín: "In tanta facilitate rerum
et facilitate hominum, absit ut suspicemur non potuisse prolem seri sine
libidinis morbo. Sed eo voluntatis nutu moverentur membra illa quo caetera, et
sine ardoris inlecebroso stimulo, cum tranquilitate animi et corporis, nulla
corruptione integritatis, infunderetur gremio maritus uxoris"[4]. Estas dos últimas oraciones son la
fuente del texto de la sexta parte de La
insoportable levedad del ser de Kundera, citado en el apartado 2 de este
trabajo, en el que se afirmaba que
Adán podía levantar su miembro viril igual que levantaba el brazo o la pierna: voluntatis nutu moverentur illa membra quo
caetera. En el paraíso se vivía, por ello, con placer pero sin excitación,
esto es, sine ardoris inlecebroso
stimulo.
Eriúgena contesta con la máxima ironía
cuando comenta al alumno dialógico el anterior pasaje agustiniano: "¿Ves tú
cuánto (Agustín) glorifica la
felicidad de uno y de otro sexo, antes del pecado, en el paraíso?" A
continuación, Escoto enumera las características hiperbólicas con las que Agustín
describe la sociedad conyugal santa e irreprensible del paraíso con las
siguientes características: una unión indisoluble, con una procreación en olor
de santidad y una multiplicación de la especie ordenada al estilo de la
planificación familiar.
Después de enumerar con estas
características tanta felicidad sobrehumana en el paraíso, concluye: "ut non immerito quis miretur quomodo
animalia corpora in tam excelsa beatitudine uixisse credibile sit".[5]
O sea que después de la descripción agustiniana de la felicidad paradisiaca,
"se puede preguntar con admiración si resulta creible que unos cuerpos
animales hayan podido vivir dentro de un estado tan elevado de beatitud".
Es decir, ¡ese estado es demasiado bonito para ser verdad! Eriúgena, por tanto,
renuncia a la conciliación entre el sexo y Dios. Es más, el sexo es el inicio
de la procesión de retorno hacia el Creador. Es, por tanto, el punto más
alejado, más dividido, de la unidad divina de la cual emanaron todas las cosas.
Así Eriúgena traiciona la autoridad del padre de la Iglesia, del que se ríe irónicamente,
al igual que Sabina suprime la influencia de su padre.
6
Concluimos este análisis
subrayando que Kundera ha escogido un pasaje de Agustín citado en un libro del
Eriúgena para atribuirlo al comentarista de la cita. Kundera ha tomado el
sentido de la parte citada para atribuirlo al todo del texto escotista. Por
ello, ha cometido el error de asignar a Escoto la creencia que este pretende
criticar. Esta atribución ha dotado de un aura metafísica al personaje que
articula este trabajo: Sabina. Ella es la que armoniza los pares antagónicos
sin reconciliarlos: el ser ya no se opone al no-ser, porque esta división
excluye el no-ser de la vida. Y la vida es ser y no-ser.
Sabina cree que la vida es más
que lo que mostramos públicamente porque concuerda con la alegría totalitaria
de formar parte del ser. La revolución individual de Sabina se inicia con el
rechazo a la exclusión de la mierda y de la excitación al ámbito privado.
Sabina quiere compartir estos ámbitos, convertirlos en públicos y voluntarios,
como Adán en el paraíso, sin asco ni vergüenza. No obstante, esa apertura de la
mierda y de la excitación al ámbito público provoca que se conviertan en un
nuevo factor kitsch; porque la
publicidad de lo antiguamente privado favorece un nuevo acuerdo totalitario que
infunde una alegría contagiosa. Sabina no quiere que el bombín, el sombrero de
su abuelo, tenga un significado sentimental, un sentido kitsch. Sabina no quiere que la conversión de la mierda y de la
excitación en compartible sea totalitaria, porque se transformaría en un nuevo
factor kitsch. La tradición
cristiana-europea exclamaba: ¡Qué bonito emocionarse por el amor a la roja
patria! ¡Qué bonito emocionarse por el amor paterno-filial! Sabina odia el
potente alcance de esas consignas. Por eso, no quiere que se convierta en kitsch la exclamación totalitaria: ¡Qué
bonito emocionarse por la mierda y por la excitación hechas públicas!
De las prácticas compartidas
surgen las exclamaciones totalitarias y las consignas alegóricas que conminan a
repetirlas públicamente. Inspirados por Eriúgena, que sólo creía en el
significado alegórico del relato del Génesis,
y por Sabina, que sólo gozaba de
la belleza de los caminos desconocidos, sin señales ni consignas, concluimos: caro verbum facta est. La conversión de
la carne en verbo muestra la tendencia europea al kitsch, detectada y diseccionada por Milan Kundera en la sexta
parte de La insoportable levedad del ser.
Las raíces cristianas de la tendencia no se hunden en el Evangelio de san Juan I, 4: verbum
caro factum est, ni en los
comentaristas elocuentes como san Agustín, sino en los que desconfiaban del
sentido material del paraíso, como Eriúgena. Esas raíces cristianas del kitsch europeo se expanden vigorosamente
en la era post-cristiana de Sabina, a través de nuevas alegrías y emociones
totalitarias. Con Escoto y con Sabina repetimos: Caro verbum facta est. Cave
verbum!
[1] Kundera,
M.: La insoportable levedad del
ser, ed. Tusquets, Barcelona, 2009, p. 265.
[2] Kundera,
M.: ibid., p. 262.
[3] San
Agustín: La ciudad de Dios, BAC, Madrid, 1958, XIV, xxvi, p. 981-2.
[4] Escoto
Eriúgena: De divisione naturae, Corpus
Christianorum, vol. 164, Brepols, 2000, p. 91-92.
[5] Escoto
Eriúgena: Ibid., p. 92.